Para los que tuvimos la suerte de nacer en una isla, el mar es algo que nos viene incorporado ‘de serie’. Yo no tengo conciencia de haberlo descubierto un día en concreto. Simplemente estaba ahí. De siempre. Por eso, en cierta forma, envidio a las personas que un día cumplen el sueño de fundirse por vez primera con esa inmensa masa de agua salada. Debe ser una sensación indescriptible.
Hace años, en el Puerto de Las Nieves, en Agaete, casi pude sentir en otros ojos esa vivencia. Mi amiga Natu, una argentina de paso por las Islas, se decidió (después de largo tiempo de negociaciones... tampoco es que fuera tan valiente...) a tirarse por primera vez al mar. No olvidaré nunca su cara y, sobre todo, su expresión:
Allá en Rosario, su ciudad natal, pasa el río, por lo que, si bien ‘algo’ conocía, jamás se había enfrentado al ‘temido’ océano.
Sin embargo el fin de semana pasado fui yo el que, en cierto modo, vivió en carne propia una sensación similar. El 6 de marzo de este año, horas antes de tomar el avión hacia Buenos Aires, hacía entrega al propietario de las llaves de mi tan preciado apartamento. Minutos antes me había dado mi último baño en mi Playa de Las Canteras y me despedía del mar con mucha pena, sin saber cuándo volvería a encontrarme con él.
Estando fuera de mi casa son una infinidad las cosas que se extrañan... pero, por suerte (para mis amigos) la parte afectiva de alguna manera se reemplaza con las personas que va uno encontrándose por el camino, aunque obviamente sea muy difícil generar la fuerza de los lazos de la gente ‘de toda la vida’...
Sin embargo, el tema del mar es distinto... El mar es insustituible... No hay nada que pueda ocupar su lugar... El mar te habla... te escucha... te roba la mala energía, renovándote por dentro...
La madrugada del viernes 14, tras despedir a Jud, partí hacia Mar del Plata, donde me esperaba en su apartamento mi familia santiagueña.
Nunca pensé que tuvieran que pasar nueve meses para volver a zambullirme en las frías aguas de Mar del Plata... Y mucho menos que para verlo tuviera que viajar ¡¡casi 5 horas!!
De esta forma el Atlántico volvía a disfrutar de mi natural estilo natatorio, muy en la línea del legendario Johnny Weissmüller...una vez agotado, después de estar media hora revolcándose con el pobre cocodrilo... (que, por cierto, ya que salió el tema, para mí que siempre era el mismo y lo tenía ya al pobre como un queso gruyere...).
Las horas se me pasaban mirando al mar... escuchándolo... hablando con pescadores... Nunca dejará de sorprenderme esa capacidad que tiene para atraparme en el tiempo detenido... Era hermoso pensar que, miles de kilómetros más allá, bañado por el mismo Océano, se encontraba mi casa..
Por supuesto tenía que aprovechar la ocasión para darme un homenaje gastronómico... y es que viviendo en un lugar donde la dieta se mueve entre el asado, la pizza y la empanada, comer buen pescado comprado en la misma barca resulta un auténtico lujo... “De la mar a la mesa”.
¿Y qué es más lindo? ¿Mar del Plata o tus playas?
Parece que la pregunta era obligada. Con todo el que hablaba tenía que pasar por ese interrogatorio... Yo intentaba ser educado, pero mi cara no sabe mentir: ¡siempre es fea!
Mar del Plata
Obviamente no me parecía justa la comparación, teniendo en cuenta de dónde provengo, pero, aún así, creía que lo mejor era resolverles con sinceridad su dilema:
- Qué buena carne se come en Argentina, ¿vio?
Playa La Perla
Sentado frente a la playa La Perla, la brisa del mar me regalaba las notas sentidas de una zamba, que recordaba la trágica muerte de la gran poetisa Alfonsina Storni, que quiso que, en ese lugar, el mar se la llevara, dejando un valioso legado cultural y una enfermedad ya incurable...
Mercedes Sosa canta 'Alfonsina y el mar'
Lo que está claro es que más allá de lo linda que pueda ser una playa, el mar siempre es mar... Y ya esté calmo, bravo, revuelto, el efecto que tiene en mí siempre va a ser igualmente fascinante...
De esta forma el lunes volvía al tumulto metropolitano, con aires renovados... con gran paz interior.. y, sobre todo, con la certeza de que estaba feliz de estar acá y que me quedaban aún lindos momentos por disfrutar...
Y si no, siempre tendré la oportunidad de echarle la culpa a mi padre... Que le pregunten a Rafael Alberti...
El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá?
Javi, El Gaucho Canario
Comentarios a: elgauchocanario@gmail.com
Los lobos marinos te encontraron??? por cierto: claro que hay lobos marinos en Mar del Plata!!! la de boludeces que puedo decir con una copa, por favor!!!
ResponderEliminarSi más de un amigo, familiar o conocido de la playa, salió corriendo del mar creyendo que vió un tiburón blanco asesino, acechando las costas de "la Feliz", cuando en realidad era la aleta de algun lobito que se acercó hasta ahi!!!!
En el puerto está la reserva de "lobos" y "elefantes" marinos (dicho sea de paso, no tienen ni un puto parecido con sus familiares terrestres) !!! pero el olor que hay, por favor!(ese si que es otro cantar!). Otro día te paso una foto mia con mis hermanos, de chicos en ese lugar todos tapándonos la nariz y con cara de: mierda, estos lobos si que tienen olor a mierda!!!!!
Me sacaste una sonrisa y trajiste una corriente de recuerdos hermosos; yo también hice conocer el mar a alguien. Tuve la suerte de nacer cerca del mar, y de conocerlo desde siempre (también me pregunto cómo la gente puede simplemente vivir sin él). De pequeña tenía una amiga que nunca había salido de la ciudad... en fin, nunca olvidaré su cara cuando se paró ante la inmensidad del mar, embravecido y frío. ¡Gracias, Javi!
ResponderEliminarJavi...me invade la nostalgia leyendo éste post, también nací de cara al mar. Por eso siempre lo busco, es en el único sitio dónde me encuentro, allí se quedan mis penas y regreso alegre, sin el estres de el diario vivir.
ResponderEliminarYo también le preguntaba a mi padre.
Sabes? desde que tengo quién me enseñe a volar, mi avatar es un ángel.
Un beso.