jueves, 11 de octubre de 2007

Difícil elección

Entré en la joyería.

Ella siempre fue de gustos más bien caros... Y era muy exigente con las formas y colores. Si bien los verdes le gustaban mucho, no había nada tan hermoso como uno de esos bien rojos... grandes...

Había muchos para escoger. Yo estaba seguro de acertar en la elección, porque la conocía bastante bien, pero no me quería conformar con eso... quería el mejor... el más llamativo... quería que se sintiera orgullosa...

Uno a uno fui observándolos minuciosamente, sin perder el más mínimo detalle... Comprobaba su dureza... su textura...
Y fue en ese momento que lo encontré... Entre todos, su brillo me deslumbró... era un ejemplar único. No quería otro... ¡quería ese! Lo tenía claro.

Avisé al encargado, mientras rebuscaba en mis bolsillos todos los ahorros que había ido juntando desde hacía tiempo, centavo a centavo... peso a peso...

Abrió la caja de seguridad... suavemente lo agarró y con una delicadeza propia de la mercancía que manejaba, lo depositó en su recipiente y me lo cedió cuidadosamente.

Nervioso de felicidad, salí de la joyería con muchas ganas de llegar a casa enseguida y enseñárselo.

No me lo podía creer. Por fin había conseguido comprar un reluciente y jugoso tomate.

Javi, El Gaucho Canario
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