En el apartamentito que dejé en Gran Canaria tenía un hermoso poto en el interior (que se quedó mi hermano... y que espero que no se haya fumado), unos geranios secos que me regaló mi amigo Luisito después de hacerles vudú y un pequeño cactus que presidía la casa desde el borde de la terraza. Le tenía mucho cariño. Siempre me encantaron los jardines de cactus. Me gusta esa aparente independencia. Son como los gatos en el mundo de las plantas. Si no les haces caso, ellos mismos se buscan la vida.
Cuando llegué a Buenos Aires, hace ya más de medio año, y entré en mi casa me dio un poco de pena ver que no tenía ni un poquito de verde. Pensé que debía conseguir alguna plantita que me hiciera compañía.
Sin embargo, la amiga que me había conseguido un contacto acá para encontrar casa, me había preparado una “linda” sorpresa. Si bien, en un principio, no me percaté, (demasiado) poco tardé en darme cuenta de lo que me había plantado en la casa para darle alegría y color: un hermoso y enorme Cactus Tucumano, cuyo nombre científico, por cierto, es “Caraculictus tucumanis”.
Esta especie de cactus, totalmente desconocida hasta entonces para mí, mostraba unas características muy peculiares.
Para empezar era muy poco proclive al contacto humano. Ciertamente debía provenir de alguna zona muy desértica en la que brotan totalmente aislados, ajenos a cuanto le rodea. Incluso me atrevería a asegurar que es de necesidad vital para dichos especímenes alejar, como fuera, a todo aquello que pudiera acercarse, aun con buenas intenciones, de su hábitat natural.
Para conseguir su propósito, el Cactus Tucumano se vale de sus largas y afiladísimas púas. Estos pinchos tienen la cualidad de crecer y crecer hasta límites insospechados. Un prestigioso laboratorio franco-rumano, llevó a cabo un experimento para estudiar la posible relación entre el buen humor y el crecimiento de defensas naturales en vegetales a punto de pudrirse, llegando a la conclusión de que, por cada sonrisa que uno intenta regalar al Cactus, este respondía con un alargamiento inmediato de 0,70 cms. por púa. Dicho estiramiento, lejos de presentar unas características retráctiles con retorno a posición inicial, permanece de por vida, incluso, me atrevería a asegurar, en constante crecimiento.
Por último, como característica innata del Cactus Tucumano, hay que destacar su poca necesidad de agua. En realidad, debería corregir esto. Más que “poca necesidad” deberíamos hablar de “rechazo total”. Casi todos los vegetales de su especie precisan poco agua para el desarrollo de su quehacer diario. Sin embargo, en el caso concreto del “Caraculictus tucumanis”, dicha facultad va más allá de términos de estricta supervivencia, como bien apuntó en su día la honorable Dra. Falcón, experta bióloga formada en el interior de la provincia de Buenos Aires. Indican diversos estudios al respecto, que es capaz de dejar, hasta por un periodo de 5 días, que se conforme un ecosistema propio en los lugares donde se alimenta con tal de ahorrar los recursos acuíferos (**).
Para concluir esta somera tesis, indicar que adaptarse a un hábitat en el que prolifere el Cactus Tucumano es realmente una tarea harto complicada. Por suerte, parece ser que es una especie en inminente peligro de extinción. Sin embargo, no fiándome de este último dato, contraté los servicios de la Doctora en Jardinería Silvia, experta en Derecho Vegetal, para que lleve a cabo la tala indiscriminada de esta horrenda especie.
Quiero dejar claro, para que no quepa error ni confusión alguno, que todos los datos acá mencionados provienen de la propia experimentación así como de fuentes totalmente fidedignas, como es el caso de la “Biblioteca Nacional del Jardín Canario” y múltiples documentales de “National Geographic” en horario de máxima somnolencia.
Que quede esto más que aclarado para que ABSOLUTAMENTE NADIE piense que he tenido una convivencia de mierda durante seis meses con una persona insoportable con baja preocupación por el aseo personal y/o doméstico y que me ha resultado la parte más difícil de sobrellevar desde que estoy viviendo en Buenos Aires. ¡¡Que a nadie se le ocurra pensarlo!!
Simplemente es mi intención dejar el estudio anteriormente presentado como humilde aportación personal al mundo científico.
Amén.
Javi, El Gaucho CanarioComentarios a: elgauchocanario@gmail.com
(*) A la gente de las Islas Canarias, les recomiendo que cambien "Cactus" por "Jarea" para obtener una descripción más precisa.
(**) La ollita colorada que está en el fregadero permaneció 5 días con arroz quemado y agua hasta que aparecieron los primeros bichitos, que dejaron sus alcantarillas para venirse a la "residencia de verano". Verdad verdadera.
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