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Ya no te importa el clima ni nada. Necesitas llegar cuanto antes, sea como sea. Al fin y al cabo caminar es la forma más sana y más segura de viajar. Quizás tardes un poco más, pero te va a servir para sacarte de encima un poco el estrés.
Con paso firme te encaminas hacia la oficina. Porque andando se hace camino, caminante, y son tus huellas el andar. Y como andabas caminando, pasaste por ese camino. Pero por este camino ya habías andado y se hizo el camino otra vez, porque dejando atrás el andar, te diste cuenta de que ese camino ya lo conocías tanto, que supiste que ya habías andado... Sí, efectivamente. ¡Te acabas de perder!. De hecho creo que a esa hora de la mañana eres el caminante más perdido de todo Buenos Aires.
¿Y qué culpa tienes tú de que cuando les da la gana las calles cambien de nombre? ¿Cómo vas a saber que La Rioja es Ecuador a no ser que sea Monteagudo?
No te quedaba otra que preguntar.
- Hacé seis cuadras hasta allá y ahí justo girás a la derecha. Cuando veas la panadería, hacés media cuadra más. Luego de eso, son cuatro cuadras más hasta llegar a la avenida. Ahí hacés tres cuadras más a la izquierda y cuando veas un kiosco, PREGUNTÁS.
- Gracias. Muy amable.
- Nooooooooooooooooooooooooooooooooooooo, por favooooooooooooooooor.
Sin dudarlo reanudas la marcha. Seis para allá. Giro. Media. Te llevas cuatro. Y dos más por ser de Reyes. Cruzas la avenida. Bueno, UNA avenida. Prosigues.
Menos mal que, dentro de todo, no era tan tarde. Al menos seguía siendo el mismo día. Ahora sí ibas enfilado a la meta. Siempre le podrás contar al jefe que tuviste un pequeño problema doméstico. Tampoco se tiene que quejar, porque ayer saliste una hora y media más tarde. Y de acuerdo que él es el jefe, pero no llegó a la oficina hasta el mediodía. Y... ¿por qué llevas media hora parado en este semáforo?
Levantas los ojos y no lo crees. Un piquete. La gente se agolpa en la calle sin que puedas avanzar ni un paso más. La marcha anda muy lentamente hacia la plaza. Entra gente a la avenida proveniente de todos los accesos. Debes ser el único que no se enteró de la protesta. Te informas. Son todos los que se quejan por el desastroso servicio de Teléfonica. Ahora que entiendes el motivo, vuelves a mirar e incluso te parece muy poca gente. De hecho tú deberías estar ahí también. Pero justo hoy te resulta imposible.
Después de 40 minutos consigues atravesar esa dichosa marea humana. La oficina está tan sólo a unas cuantas cuadras. Te extraña que el jefe no te haya llamado en todo este rato. O está desayunando o está firmando tu despido. O se está desayunando tu despido.
Alcanzas de una vez tu calle. Tu oficina queda a cuatro cuadras. Caminas driblando trabajadores, camareros, cadetes, motos que giran donde quieren, vendedores de sándwiches y algún que otro lustrador.
Ya está. Ya llegas. Ya ves tu oficina. Ya... plooooooooooooffffff. Ya metiste la pata.
Y es que no es sencillo tampoco caminar sobre las veredas de Buenos Aires. De hecho es todo un arte. Para empezar, un 65% de las baldosas están sueltas o muy sueltas. Del restante 35%, un 30% de las baldosas, simplemente no están y el cinco por ciento que queda está luchando por entrar en el 65%, aunque por ahora resisten numantinamente.
Pero no es eso lo peor. El drama está en que independientemente del clima, de si llovió abundantemente o si la temperatura es típica de donde prosperan los más ‘sucios’ cactus, debajo de las baldosas SIEMPRE hay agua. Esta agua irá a parar invariablemente a la parte de posterior de la pata de tu pantalón, siendo la mancha más evidente cuanto menos tiempo haya pasado desde que sacaste el traje de la tintorería. Esta ley induce a pensar que la idea más recomendable al respecto sería NO LAVAR JAMÁS el pantalón (... ¡¡y no crean que no lo pensé!!).
Todo esto explica por qué son los chinos los que, por un lado, sostienen el negocio de las lavanderías en la ciudad y, por otra parte, inventaron el ‘juego de las hamburguesitas’:
Video: Caminando por Buenos Aires
- Ya está bien de elegir por hoy, así que para llegar a la oficina, vete directamente, sin pasar por la casilla de salida, a "Cruzando la meta"
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