sábado, 23 de junio de 2007

¿Ficción o Realidad?

Viernes 22 de Junio, 18:23 hs., lugar: Parador Retiro, Buenos Aires, Cap. Federal:

Luces, cámara... ¡ACCIÓN!

Justo en ese instante y en ese preciso lugar una nueva estrella iluminaba el firmamento cinematográfico.

No crean que es algo nuevo. Desde chico, en el colegio, ya tuve la posibilidad de dar el salto a los escenarios. Alejandro, el director de teatro, me insistió en repetidas ocasiones para que fuera protagonista de alguna de las obras que ahí se representaban. Sin embargo, yo no podía aceptar ese ofrecimiento. Y no porque considerara que no iba a estar a la altura de lo que se me exigía ni mucho menos. La razón la encontraba en el cariño que le profeso a mi querido hermano Luifer.
Por aquel entonces, mi entrañable hermano daba sus primeros pasos en el mundo del teatro en el Instituto de Tafira. Y yo lo veía tan feliz... tan ilusionado... que pensaba en lo duro que sería para él verse eclipsado por el talento natural de su hermano menor. Fue así que, víctima de mi irrefrenable humildad, decidí dejarle el camino libre... Y, por suerte, parece que no le fue tan mal.

Pero no se puede luchar constantemente contra la Madre Natura y los dones que ella reparte... tarde o temprano esto tenía que ocurrir y, viendo que Luifer aún no consiguió desfilar por la alfombra roja para recoger un Óscar ni, por supuesto, se metió en la cama con Halle Berry, no me quedó otra que tomar cartas en el asunto y aceptar la propuesta que me realizaron esta semana.


La cuestión es que un grupo de jóvenes promesas del mundo del cine lleva dos años inmerso en la realización de un documental , Parador Retiro.

Poniéndonos un poco serio ahora, les cuento que el Parador Retiro es uno de esos lugares que el Gobierno de Buenos Aires ofrece para disposición de la gente que no tiene adonde ir, que se ha visto sin familia, sin recursos... los conocidos como “sin techo”. En este lugar ellos pueden ducharse, cenar y pasar la noche, durmiendo en una cama, lejos del frío.

Obviamente es una ayuda importante, eso es innegable, pero “no es oro todo lo que reluce”. De hecho también hay quien ve en esto una simple forma de “dejar las calles limpias por las noches para lavar la imagen de la ciudad, ante la creciente llegada de turismo a la ciudad”.
Para empezar, si uno quiere ingresar tiene que estar varias horas haciendo una cola desde las 5 de la tarde, más o menos, lo que dificulta la consecución de un trabajo. Si consigues ingresar, puedes quedarte como mucho hasta las 8 a.m. A esa hora, quieras o no quieras, tienes que dejar el lugar, ya que un retraso conllevaría sanción y no podrías volver al día siguiente. Y es que uno tiene derecho a la reserva de su cama siempre que aparezca cada día y que respete las infinitas y estrictas reglas que exige la administración del lugar.

Perder una cama conlleva mucho más que el mero hecho de pasar la noche en la calle. Supone la pérdida de la sábana y la manta y, teniendo en cuenta que éstas sólo se cambian cada 15 días, el riesgo de contagio de enfermedades o la difusión de plagas de piojos (entre otras cosas) debido a las características del lugar es un asunto más que preocupante a nivel de higiene y salud.

La idea del documental es reflejar la vida en Parador Retiro a través de algunos empleados y, por supuesto, de algunos de los que allá acuden día tras día. Es una cinta sin personajes de ficción... sin textos... sin "voz en off"... todo se cuenta exclusivamente a través de lo que allí sucede y lo que la gente relata. Sólo una excepción... Únicamente la entrada de un periodista extranjero interesado en hacer unas entrevistas para una tesis altera el discurrir cotidiano en el centro. Ése fue precisamente mi papel. Uno a uno fui hablando con aquéllos que, a lo largo del documental, se convierten en “protagonistas”... Lo cierto es que me sentí muy suelto. Al fin y al cabo, lo único que tenía que hacer era hablar con la gente... y digamos que es algo que más o menos se me da bien...

Ricardo, un tierno señor de unos 70 años, sin familia, con el que conversando uno no conseguía comprender cómo podía asegurar que no sabía qué había hecho para que todo el mundo lo odiara.
Díaz, bastante más joven que Ricardo, que se vio en el centro por culpa del desalojo de una zona de venta ambulante y que confiaba su futuro en la propuesta laboral de un rabino.
César, que justo ayer cumplía (bastantes) años, aseguraba que su problema no estaba en lo económico, sino en el afecto, y que los amigos del Parador le llenaban justamente ese vacío que el dinero no conseguía cubrir.
Don Pedro... ay, Don Pedro.. sólo hizo falta preguntarle su nombre para que quisiera dedicarme toda una función de tangos, milongas y recitados.
Tomo y obligo, mándese un trago,
que hoy necesito el recuerdo matar
sin un amigo lejos del pago
quiero en su pecho mi pena volcar.
Alfredo, otro tipo encantador, que destilaba nobleza en su mirada, aseguraba que, años atrás, había sido Tufic Memet, uno de los luchadores de Titanes en el Ring (un programa de la TV, al estilo Pressing Catch), y que, después de toda una vida trabajando como vidriero, una enfermedad y la “malaria” (la mala racha) le propinaron la peor derrota en el más duro de sus combates.
Por último, el llamativo caso de Franco Russo, un chico de 22 años, culto, desenvuelto, estudiante de música, hijo de un adinerado concesionario de IVECO, que estuvo en el lugar equivocado el día que el almanaque se debió haber saltado: la noche de la tragedia de Cromagnon. Las secuelas psíquicas derivadas de aquella catástrofe, junto con el lamentable abandono por parte de su padre (que, irónicamente, llegaba esa misma semana de un viaje de cuatro meses por Egipto) lo habían conducido irremediablemente a la necesidad de buscar un huequito en el centro. Por suerte, él (y yo también) confía en que su paso sea sólo temporal y en conseguir salir hacia delante y dejar un lugar que no le corresponde y en el que cada día pelea con los empleados, precisamente, por “haber cometido el error” de haber estudiado y no ceder a lo que ahí le imponen, la mayoría de las veces, fuera de razón.

Habrá muchos que conseguirán mantenerse al margen de todo esto y verlo como algo que “sólo sucede en los documentales”, pero es impresionante como, cuando uno consigue cruzar la delgada línea de la ficción, se encuentra con una despiadada realidad, que está más cercana de lo que a simple vista pudiera parecer. Cada una de esas historias de vidas arruinadas, de fracasos familiares, de accidentes, de locuras, de soledad... viene precedida de una vida completamente “típica y normal”, que, por diferentes circunstancias, un cierto día se desvió para entrar en un callejón del que no se sabe si podrá salir.


Desde acá quiero agradecer profundamente al equipo del documental, que decidió contar ciegamente conmigo para esta doble experiencia personal: por una parte, vivir una producción cinematográfica desde dentro y, por otro lado, acercarme a una realidad, que, los que ya me conocen, saben muy bien que me importa y me afecta.

Muchísimas gracias a Jorge (el director), Caro (la productora, de tos compulsiva), Cristina (la que más trabaja), Gaby (el cámara), Pablo (sonidista y amigo de Nicolás) y Salva (el editor, que es el que termina por arreglarlo todo).

El documental PARADOR RETIRO terminará de rodarse entre hoy y el domingo y se espera se pueda estrenar a comienzos del año que viene. Por suerte, el proyecto ya recibió algún premio y consiguió el apoyo de una productora.

Ojalá puedan verlo, además de para que conozcan la historia, para que disfruten del papel de la nueva estrella del celuloide (¡¡siempre que a Salva no se le vaya la mano a la hora de cortar!!).

Ahora les dejo, que tengo que ir a jugar al golf con Scarlett Johansson y Johnny Depp... intentaré, por una vez, dejarles ganar, porque no saben cómo se pone Scarlett cuando pierde... con sus grititos, sus saltitos, sus... bueno, ¡mejor lo dejo acá!


Javi, El Gaucho Canario

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