sábado, 20 de octubre de 2007

El Bueno

Ya llegaba la Navidad al hogar de "Los Rodríguez". 1963 estaba llegando a su fin.
Como siempre por estas fechas, mi madre, plena de ilusiones, agarró papel y lápiz y se dispuso a escribir su carta a Los Reyes Magos de Oriente...

“Queridos Reyes Magos:
Éste ha sido un año hermoso... ahora, recién casados, estamos viviendo lindos momentos... Pero algo me empieza a preocupar. Mi marido está llegando "algo" tarde los viernes... Al principio, cuando me decía que iba al
Bentayga, yo me quedaba muy feliz en casa, pensando en lo sano y deportista que se había vuelto mi marido, metido ahora en este tipo de aventuras. Ay, mi José Manuel... ¡¡qué lindo!!

Sin embargo, cuán grande fue mi sorpresa, al descubrir que sus zigzagueantes llegadas a casa nada tenían que ver con el cansancio muscular del duro ejercicio físico. Lo único que es cierto es que se iba al
Bentayga y ahí estaba todo el día pegado a la cantimplora... Ay, mi José Manuel... ¡¡qué cabrón!!

Es por eso que he estado pensando que lo mejor que podría pasarnos en este momento es la llegada de un retoño, que vuelva a llenar de felicidad, de alegría y de paz nuestro dulce hogar.
Quiero un hijo como yo siempre soñé.. aplicado, serio, responsable... buenito...

Confío en ustedes, queridos Melchor, Gaspar y Baltasar.”


Y para que luego digan que los Reyes Magos no existen... Unos días más tarde, Melchor se puso manos a la obra, con una efectividad tal, que todavía, a fecha de hoy, hay quien asegura escucharle auto-reprocharse entre suspiros:

- “Oro, Melchor... ¡¡tenías que llevarle oro!!”

De esta forma, un 20 de Octubre, hace ya tantos años que escribirlo en números romanos me
llevaría medio alfabeto, veía la luz mi hermano José Manuel, “El Bueno.

Lo de “El Bueno” no vayan a creer que es capricho... Lo cierto es que cuando mi madre pensó en “como yo siempre soñé”, pensó en un hijo que contara con cada una de las características que, a la larga, José Manuel fue cumpliendo:

Todo esto fue fundamental, principalmente, para los dos hermanos que llegamos después. Obviamente, si él ya había conseguido la plena realización de mi madre como tal, a nosotros nos quedaba el camino libre para que luego sucediera todo lo que, efectivamente, viene sucediendo hasta el día de hoy...

Pero como ocurre con todas las “gangas”, las cosas nunca son tan buenas como aparentan...

Ya de chico empezó a dar sus primeros problemas con la comida. No en vano, la frondosa higuera que creció JUSTO delante de la ventana de la cocina le debe mucho a mi hermano. Todos los informes de especialistas sobre el cuidado de las plantas aconsejaban abonar la tierra con ciertos productos químicos y regarla periódicamente. José Manuel demostró que un suculento bocadillo (sándwich) de mortadela cada mañana lo hacía crecer hasta límites insospechados.

Mi hermano llegó a desarrollar una habilidad tal en el regate (gambeta) en corto que era capaz de driblar a mi madre en la media baldosa que había delante del fregadero y lanzar el bocadillo por la rendija de la ventana sin que ésta tuviera la más mínima sospecha. Lo que nunca entendimos del todo es como mi madre no se percató del hecho de que entre las ramas del árbol, cada cuatro higos, colgaba un cacho de embutido.

Más difícil fue la relación casi “mafaldesca” entre los potajes (sopas) y “El Bueno”, que mi madre supo resolver sin contemplaciones ejerciendo la presión suficiente sobre su cogote para enterrar la cara de mi hermano hasta el fondo del plato cada vez que éste insinuaba no tener mucho apetito. Todavía hoy debe estar agradeciendo a Mendel el tamaño del apéndice nasal propio de “Los Rodríguez”...

Años más tarde le llegó el gran susto a Fernandita cuando El Bueno” se presentó en casa disfrazado de Ayrton Senna:

- Madre, voy a dejar la Universidad. Voy a ser corredor de rallies.

Y así fue. Durante dos días estuvo mi madre persiguiendo a mi hermano para ver si le conseguía meter la cabeza en el mismo potaje que todavía permanecía intacto sobre la mesa de la cocina...

Sin embargo, no fue hasta llegar a su madurez... ya casado...
con hijos... que dio la gran campanada final...
Cuando parecía que todo se desarrollaba en armonía y paz en el hogar de los Rodríguez-Plasencia, saltó la gran noticia:
- Marta, voy a entrar en la Tuna.

Aún hoy estamos a la espera de verificar los escandalosos datos del sismógrafo instalado en los cimientos del Rectorado de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. ¿Cómo es eso? ¡¡¡Un nuevo tuno con casi 40 años!!!

Así que imaginen lo que fue mi casa si éste es “El Bueno”... Por algo será que mi madre siempre suspiró por la llegada de una hija a la familia...



¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS, HERMANO “BUENO”!!

Y gracias por apoyarme siempre... desde que me llevabas a los partidos de basket del colegio hasta que decidí empezar esta nueva vida...

... pero sobre todo, ¡¡por allanarnos el camino!!

¡¡TE QUIERO MUCHO, ´SÉ MANUÉ!!

Lo que sí que no te perdonaré nunca fue haberme hecho leer “Rayuela”...

Javi, El Gaucho Canario


PD: Ten claro que había fotos mucho más comprometedoras (estoy seguro de que me crees), que, por el bien de tu imagen pública (sea la que sea, a estas alturas de tu vida), no voy a publicar...

... a no ser............................

No hay comentarios:

Publicar un comentario